Fecha de publicación: 27 de Noviembre de 2025 a las 00:00:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: Fragmentos diminutos hallados en sistemas acuáticos urbanos, ríos y mares pueden servir como superficie donde microorganismos se adhieren y prosperan
Contenido: La presencia de microplásticos en ríos, océanos y sistemas acuáticos urbanos se consolida como un factor emergente en la proliferación de bacterias patógenas y resistentes a antibióticos, según científicos. Estos fragmentos diminutos, menores a 5 milímetros y ampliamente distribuidos en la naturaleza, funcionan como sustratos donde microorganismos pueden adherirse y prosperar, lo que plantea nuevos desafíos para la gestión ambiental y la salud pública.
Un equipo de investigación internacional analizó este fenómeno en un estudio publicado en la revista Environment International. El trabajo evaluó la colonización bacteriana y la aparición de genes de resistencia en microplásticos expuestos a aguas con distintos niveles de contaminación, desde aguas residuales hospitalarias hasta ambientes marinos.
La diseminación de genes de resistencia antimicrobiana representa un riesgo importante para la salud pública porque permite que bacterias normalmente controladas por medicamentos se vuelvan difíciles o imposibles de tratar. Cuando se expanden a través de comunidades de patógenos que habitan en los microplásticos, pueden transferirse no solo entre bacterias del ambiente, sino también a aquellas capaces de infectar a animales o personas.
Los microplásticos, por su tamaño reducido y capacidad de flotar y desplazarse largas distancias, actúan como vehículos que pueden trasladar estos genes y bacterias resistentes a lo largo de ríos y mares, por lo que llegan a zonas donde la contaminación parecía baja o inexistente. Estos fragmentos pueden ser ingeridos accidentalmente por peces, moluscos, aves y otros organismos acuáticos que pasan a formar parte de la dieta humana, y también entrar en contacto directo con personas durante actividades recreativas en el agua o labores de limpieza de playas.
De esta manera, la propagación de bacterias resistentes a través de los microplásticos podría facilitar la llegada de infecciones de difícil tratamiento a poblaciones humanas y animales alejadas de las fuentes originales de contaminación.
Los investigadores identificaron más de 100 tipos diferentes de genes que vuelven a las bacterias resistentes a los antibióticos en las capas bacterianas que crecen sobre los microplásticos. Esta cantidad fue mucho mayor que la encontrada en partículas de madera o vidrio.
El poliestireno y los nurdles —pequeños pellets de polietileno de alta densidad (HDPE) que se utilizan como materia prima en la fabricación de plásticos— presentaron una mayor cantidad de genes de resistencia a los antimicrobianos. El estudio explica que esto ocurre porque estos tipos de plástico pueden atrapar compuestos presentes en el agua y facilitar la formación de biofilms. Se trata de una capa delgada donde las bacterias se agrupan y se protegen entre sí sobre una superficie, lo que les ayuda a sobrevivir mejor y compartir genes.
Se observaron patrones diferenciados en la abundancia de patógenos a lo largo del curso del agua. Mientras ciertos grupos disminuyeron al alejarse de la fuente hospitalaria, otros, como Chlamydiia, Flavobacteriia y Sphingobacteriia, aumentaron en abundancia aguas abajo y en las muestras marinas, especialmente cuando estaban adheridos a partículas plásticas. El trabajo señala que los sustratos naturales soportaron menos diversidad y cantidad de genes de resistencia.
La metodología aplicada se centró en el diseño y despliegue de una estructura novedosa que permitió incubar cinco tipos de partículas (bio-beads, nurdles, poliestireno, madera y vidrio) en cuatro ubicaciones: un tanque de aguas residuales de hospital, un tramo del río aguas arriba, un muelle aguas abajo y una boya marina. Todas las estructuras se crearon y transportaron en condiciones estériles para evitar contaminaciones externas y se sumergieron durante dos meses.
Al concluir el periodo de incubación, los científicos recolectaron las partículas y el agua asociada, extrajeron el material genético y realizaron análisis para identificar la composición bacteriana y la presencia de genes de resistencia. Utilizaron técnicas de secuenciación de última generación y herramientas bioinformáticas para comparar la diversidad, abundancia y distribución de las especies bacterianas en cada sustrato y ubicación.
Las bio-beads (partículas plásticas utilizadas en el tratamiento de aguas residuales) y los nurdles sirvieron como modelos de microplásticos, mientras que la madera representó material natural y el vidrio ofreció una superficie inerte. Esta estrategia permitió diferenciar la influencia del tipo de partícula del entorno ambiental en el establecimiento de organismos resistentes y patógenos. El estudio enfatiza que “polystyrene y HDPE nurdles pueden representar mayor riesgo por soportar bacterias resistentes”, y recomienda mejorar el monitoreo de estos plásticos en entornos acuáticos.
Los resultados del trabajo generan preocupación respecto al papel de los microplásticos como vehículos de dispersión de bacterias resistentes y patógenos a través de ambientes acuáticos. Los autores alertan sobre posibles implicancias para la bioseguridad en zonas de cultivo acuícola y pesquera, donde organismos filtradores pueden ingerir partículas colonizadas.
Entre las recomendaciones, el equipo sugiere revisar las prácticas de gestión de residuos y fortalecer los sistemas de monitoreo en regiones con presencia de microplásticos y efluentes domésticos o clínicos. “Cualquier voluntario que limpie playas debería usar guantes y lavarse las manos tras el contacto con plásticos encontrados”, expresó Emily M. Stevenson, investigadora principal del trabajo.
Por su parte, la profesora Pennie Lindeque, coautora del estudio y responsable del grupo de Ecología Marina y Sociedad en el Plymouth Marine Laboratory, advirtió que “los microplásticos pueden actuar como portadores de patógenos y bacterias resistentes, potenciando su supervivencia y propagación”.
La preocupación abarca tanto ambientes altamente contaminados como aguas superficiales de uso recreativo y acuícola, donde la exposición a partículas contaminadas puede favorecer el transporte de agentes infecciosos y genes de resistencia hasta áreas de alimentación y recreación humana. La doctora Aimee K. Murray, coautora y profesora titular en microbiología en la Universidad de Exeter, puntualizó: “Los microplásticos no solo representan un problema ambiental, pueden intervenir en la diseminación de la resistencia antimicrobiana”.
Los especialistas destacan la urgencia de nuevas investigaciones sobre la interacción entre microplásticos y otros contaminantes, así como la implementación de estrategias integrales para reducir la proliferación de genes de resistencia y bacterias patógenas en ecosistemas acuáticos.
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