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Fecha de publicación: 23 de Noviembre de 2025 a las 20:09:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

Mi hijo murió por fentanilo

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Descripción: Las redes criminales vinculadas al Partido Comunista Chino siguen abasteciendo de precursores de este opioide sintético a los cárteles mexicanos

Contenido: Jamás pensé que escribiría este artículo. Jamás imaginé que me presentaría ante mi país no como analista, no como director de un centro de estudios, no como estratega de políticas públicas, sino como un padre que acaba de perder a su único hijo biológico a manos del azote más letal de la América moderna.

Una pastilla. Un instante. Un arma química fabricada y traficada con absoluta impunidad.

Y mi mundo se derrumbó.

Mi hijo no murió simplemente por un error o una falla moral. Murió porque las redes criminales vinculadas al Partido Comunista Chino (PCCh) siguen abasteciendo de precursores de fentanilo a los cárteles mexicanos que están inundando nuestras comunidades con veneno. Murió porque la estrategia de guerra irrestricta del PCCh ya no es teórica: está matando a nuestros hijos en tiempo real.

No escribo esto para pedir lástima. Lo escribo porque Estados Unidos debe despertar.

No es un problema de drogas, sino una emergencia de seguridad nacional

Durante años, he advertido a audiencias en todo el país: la crisis del fentanilo es un arma geopolítica de destrucción masiva disfrazada de problema de salud pública.

Desde mi puesto en MSI² y como autor geopolítico, he estudiado cómo el PCCh utiliza la coerción económica, los ciberataques, la infiltración de inteligencia y ahora los precursores químicos para debilitar a Estados Unidos desde adentro. Para Beijing, desestabilizar el territorio estadounidense no es un accidente; es un elemento central de su estrategia de largo plazo.

Y el fentanilo encaja perfectamente en esa estrategia.

Esto es guerra asimétrica, no comercio. Esto es sabotaje químico, no coincidencia. Esto es matanza masiva auspiciada por un Estado, no fuerzas del mercado.

Beijing sabe exactamente lo que hace.

Y nosotros también.

Mi hijo se convirtió en una víctima de una guerra que la mayoría de los estadounidenses nunca eligió

Pasé décadas advirtiendo a los responsables de formular políticas públicas sobre las estrategias de China, desde su dominio de las cadenas de suministro hasta sus operaciones en la zona gris.

Pero nada te prepara para el momento en que un médico forense te mira a los ojos y te dice que tu hijo, tu orgullo, tu sangre, ahora es una estadística de una guerra silenciosa que nadie quiere nombrar.

Hay un silencio particular en un hogar tras la muerte de un hijo, sea niño, adolescente o adulto.

Un silencio que grita.

No pido condolencias. Pido coraje.

Coraje para confrontar el rol del PCCh sin eufemismos.

Coraje para exigir responsabilidad a quienes facilitan este asalto químico. Coraje para proteger a nuestros hijos con la urgencia que tendríamos si esto fuera una invasión. Porque lo es.

Esta no es una apelación partidista. Es un llamado estadounidense, de un padre, de un patriota, de un hombre que se niega a que la muerte de su hijo sea en vano.

Esto es lo que debe ocurrir:

Esta no es una batalla que el gobierno federal pueda ganar solo. Es una batalla por el alma de la nación.

Llevaré este dolor el resto de mi vida. Pero me niego a permitir que se convierta en amargura. Decido convertirlo en propósito, un propósito arraigado en el amor a mi patria, a mi familia y a las generaciones que vienen detrás.

Si la muerte de mi hijo puede despertar a un padre…Si puede salvar a un niño…Si puede fortalecer las defensas de una comunidad…

Entonces su sacrificio se convierte en parte de la lucha de Estados Unidos por su supervivencia.

Les pido, vecino a vecino, patriota a patriota, que se unan a mí.

Porque la epidemia de fentanilo no se detendrá sola. Porque el PCCh no se detendrá solo. Porque nuestros hijos merecen algo mejor que silencio, negación y condolencias vacías.

Manténganse firmes. Levanten la voz. Actúen temprano. Protejan con fuerza.

Por ellos. Por nosotros. Por amor a la patria.

Y cierro con las únicas palabras que aún tengo

He dedicado mi vida a enfrentar las amenazas contra Estados Unidos. He asesorado instituciones, orientado a responsables políticos y formado líderes. Pero ningún enemigo, interno o externo, me ha herido como este.

Hoy, la lucha ya no es académica. Ya no es estratégica. Ya no es intelectual.

Hoy, la guerra contra los opioides y contra el PCCh se volvió personal. Muy personal. Porque he perdido a mi único hijo en esta guerra.

El autor de este artículo es presidente y fundador del Miami Strategic Intelligence Institute (MSI²)

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