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Fecha de publicación: 22 de Noviembre de 2025 a las 02:05:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

Opinión: disuasión cognitiva y superioridad informacional, la nueva frontera del poder

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Descripción: En un contexto de conflictos difusos, híbridos y multidominio, la batalla ya no se libra solo con armas visibles, sino en el terreno cognitivo, mediante el control de las percepciones y la manipulación de las narrativas. De esa manera, se condicionan voluntades y se modelan comportamientos sin neces

Contenido: La lógica de la disuasión tradicional, centrada primero en la amenaza nuclear y luego en la superioridad convencional, ya no resulta suficiente para explicar las dinámicas de poder contemporáneas. En un escenario global donde los conflictos tienden a ser difusos, híbridos y multidominio, el ciberespacio y el terreno cognitivo se han convertido en ámbitos decisivos para condicionar voluntades y modelar comportamientos sin necesidad de recurrir a la fuerza militar directa.

El siglo XXI muestra que la capacidad de influir en percepciones y narrativas puede ser más determinante que el número de tropas o el alcance de un arsenal. De allí surge la hipótesis central de este análisis: la disuasión cognitiva y la superioridad informacional constituyen la nueva frontera del poder estratégico, donde la batalla ya no se libra solo con armas visibles, sino con ideas, datos y decisiones en tiempo real.

La disuasión nació asociada a la capacidad de evitar infligir represalias devastadoras. El mensaje era directo y explícito: cualquier ataque tendría un costo intolerable. Este paradigma funcionaba en un contexto de equilibrios relativamente estables y actores previsibles.

Hoy muestra límites evidentes. El poder actual reside en algo menos tangible que el armamento: la disuasión cognitiva. Su objetivo no es exhibir capacidades materiales, sino condicionar voluntades antes de que surja la confrontación. Esto implica manipular percepciones colectivas, instalar narrativas dominantes y explotar vulnerabilidades psicológicas. En este marco, la amenaza visible cede lugar a la influencia invisible, donde el control de la información y la construcción de significados se convierten en el verdadero terreno de la disputa estratégica.

En el nuevo tablero global, la información se ha convertido en el recurso decisivo para ejercer poder estratégico. La superioridad informacional es, ahora, el centro de gravedad desde el cual se articulan las demás dimensiones del poder.

El control de redes, algoritmos y plataformas digitales permite condicionar procesos de decisión tanto en gobiernos como en sociedades. La inteligencia artificial, los Big Data y la analítica predictiva no solo anticipan comportamientos, sino que habilitan la posibilidad de dirigirlos.

Las operaciones cognitivas actuales apuntan a erosionar la cohesión social, generar incertidumbre económica o sembrar desconfianza en las instituciones. Al lograrlo, un actor estratégico puede alcanzar objetivos de disuasión sin disparar un solo proyectil.

La disuasión cognitiva se sostiene en un conjunto de instrumentos que conforman un entramado complejo, capaz de alterar la conducta de actores estatales y no estatales. Estas herramientas actúan en el espacio donde confluyen la tecnología, la psicología y la política.

En conjunto, estas herramientas configuran un ecosistema de disuasión que actúa de manera silenciosa pero efectiva. Su impacto estratégico radica en que logran condicionar conductas sin necesidad de exhibir poderío militar, lo que constituye un desafío a las categorías clásicas de la seguridad y la defensa.

La disputa por el dominio cognitivo no es un fenómeno transitorio, sino una tendencia estructural que marcará la competencia estratégica en las próximas décadas. Las grandes potencias ya han comprendido que controlar los flujos de información y las percepciones colectivas puede resultar algo tan decisivo como poseer arsenales de última generación.

EE. UU. y China concentran esta rivalidad en torno al desarrollo de la inteligencia artificial, la computación cuántica y las capacidades de vigilancia global. Rusia, por su parte, apuesta por perfeccionar las técnicas de manipulación informacional y la guerra psicológica; mientras las potencias intermedias intentan construir márgenes de autonomía en un terreno dominado por gigantes tecnológicos.

Para los países con menor poder relativo, el desafío es doble: por un lado, evitar convertirse en simples receptores de narrativas diseñadas desde los centros de poder; y, por otro, desarrollar capacidades de resiliencia cognitiva, capaces de proteger la cohesión social y preservar la autonomía estratégica. La vulnerabilidad no proviene solo de la dependencia tecnológica, sino también de la fragilidad cultural y política frente a campañas de desinformación sostenidas en el tiempo.

En un escenario donde la disuasión cognitiva y la superioridad informacional definen el rumbo de la competencia estratégica, la protección del territorio debe complementarse con la defensa de los sistemas de información, la cohesión social y la autonomía tecnológica. Una primera clave reside en fortalecer la resiliencia cognitiva de las sociedades. Esto implica desarrollar capacidades de pensamiento crítico, alfabetización mediática y educación digital que permitan a los ciudadanos distinguir entre información verificada y narrativas manipuladas. La cohesión social se convierte así en un activo estratégico, capaz de neutralizar intentos externos de fragmentación.

En segundo lugar, resulta esencial avanzar en infraestructuras digitales soberanas, que reduzcan la dependencia de proveedores extranjeros y otorguen mayor control sobre los datos estratégicos. El resguardo de redes críticas, plataformas de comunicación y bases de información nacional es ya una forma de defensa tan importante como la seguridad física de las fronteras.

Asimismo, la integración interagencial cobra relevancia: la coordinación entre Fuerzas Armadas, servicios de inteligencia, organismos diplomáticos y sistemas educativos permite diseñar respuestas coherentes frente a las múltiples facetas de la competencia cognitiva. Sin este enfoque integral, las iniciativas quedan fragmentadas y pierden efectividad.

Finalmente, los Estados deben incorporar la seguridad cognitiva como dimensión explícita de sus políticas de defensa nacional. Ello supone reconocer que la guerra de la información y las operaciones de influencia son parte del campo estratégico contemporáneo, y que enfrentarlas requiere tanto preparación militar como innovación tecnológica y cohesión social.

La transformación de la disuasión hacia el terreno cognitivo confirma que el poder estratégico del siglo XXI ya no se mide únicamente en armas, tropas o recursos económicos. La verdadera disputa se libra en la capacidad de influir en lo que las sociedades creen, temen o esperan, moldeando la voluntad colectiva antes de que estalle el conflicto abierto.

En este marco, la superioridad informacional constituye la ventaja decisiva: permite anticipar comportamientos, condicionar decisiones y construir narrativas que legitimen la propia posición mientras debilitan la del adversario. El control de las percepciones se convierte así en la frontera invisible del conflicto, donde las batallas son menos visibles, pero no menos determinantes.

Las naciones que comprendan esta lógica y fortalezcan sus defensas cognitivas estarán en condiciones de mantener su autonomía estratégica y de proyectar influencia en un orden global inestable. Aquellas que permanezcan rezagadas, en cambio, quedarán expuestas a la manipulación externa y verán restringida su capacidad de decisión soberana.

La guerra del futuro no siempre se librará con ejércitos en el campo de batalla. Cada vez más, se disputará en la mente de las personas y en la arena de la información. Y en esa arena, quien logre dominar las percepciones dominará también el rumbo del poder estratégico global.

(*) El autor, Sergio Daniel Skobalski, es coronel retirado del Ejército Argentino y doctor en Relaciones Internacionales (USAL), con tres maestrías en estudios estratégicos en China, España y EE. UU. Es miembro del Consejo Asesor de la Facultad del Ejército, profesor en su doctorado y docente invitado en UNCuyo UCC.

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