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Fecha de publicación: 19 de Noviembre de 2025 a las 13:37:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

El OIEA advirtió que cada apagón en Zaporizhzhia incrementa “considerablemente” el riesgo de accidente nuclear

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Descripción: Rafael Grossi alertó de que la central europea más grande opera al límite mientras las centrales de Jmelnitski y Rivne trabajan con capacidad reducida por daños en subestaciones

Contenido: El director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, volvió a encender las alarmas este miércoles sobre la fragilidad del sistema eléctrico que sostiene la seguridad de la central nuclear de Zaporizhzhia, situada en el corazón del frente de guerra ucraniano. Su advertencia, formulada ante la Junta de Gobernadores del organismo, fue directa y sin metáforas: cada nueva interrupción eléctrica incrementa “considerablemente” el riesgo de un accidente nuclear en una instalación que lleva más de tres años detenida, pero cuya estabilidad depende de un flujo constante de energía externa.

La central —la mayor de Europa— quedó completamente desconectada del suministro eléctrico en septiembre, uno de los episodios más delicados desde que Rusia la ocupó en marzo de 2022. Solo tras negociaciones entre Moscú y Kiev se pudieron acordar breves altos el fuego que permitieron reparar dos líneas críticas: la de Dniprovska, restaurada a finales de octubre, y la de Ferosplavna, reconectada el 8 de noviembre. Sin esas líneas, la planta debió sostenerse con generadores diésel de emergencia, un recurso concebido para operar durante cortos periodos y no como solución estructural.

Grossi insistió en que la situación es insostenible. “El hecho de que aún no haya ocurrido un accidente no significa que no pueda ocurrir”, afirmó. El diplomático argentino lleva meses advirtiendo que la guerra ha puesto a prueba los márgenes de seguridad nuclear de un modo inédito. Zaporizhzhia, aunque inactiva, sigue albergando material altamente sensible: los seis reactores están en parada fría, pero requieren electricidad constante para alimentar los sistemas que enfrían sus núcleos y el combustible usado. Sin ese soporte, los riesgos de sobrecalentamiento y liberación radiactiva se disparan.

El mensaje de Grossi no se limitó a Zaporizhzhia. También alertó de que las centrales de Jmelnitski y Rivne operan desde hace casi dos semanas con capacidad reducida debido a daños recientes en subestaciones esenciales para la seguridad. La campaña rusa contra la infraestructura eléctrica ucraniana —que ya vivió un punto crítico durante el invierno de 2022-2023— vuelve a presionar un sistema que, según el propio OIEA, trabaja “al límite”.

Desde el inicio de la invasión, la seguridad nuclear se transformó en una variable geopolítica más de la guerra. En marzo de 2022, Zaporizhzhia registró enfrentamientos armados dentro del perímetro de la planta, y desde entonces ha sufrido múltiples cortes eléctricos. La Agencia Internacional de Energía Atómica ha denunciado más de una docena de desconexiones totales desde 2022, una frecuencia sin precedentes para una instalación de esta escala. Expertos consultados por Reuters y The Associated Press han subrayado que no existe riesgo inmediato de un escenario similar al de Chernóbil o Fukushima, pero coinciden en que la repetición de apagones erosiona los mecanismos de seguridad.

La planta, situada en la ciudad de Enerhodar, permanece bajo control ruso, mientras el personal ucraniano continúa operando los sistemas esenciales bajo supervisión militar. Este régimen dual ha sido objeto de críticas constantes por parte de Kiev, que acusa a Moscú de “nuclearizar” el conflicto al convertir la central en una suerte de escudo estratégico. El Kremlin, por su parte, asegura que protege la instalación de ataques ucranianos y que coopera con el OIEA para evitar riesgos mayores.

Los generadores diésel, protagonistas involuntarios de las últimas crisis, pueden sostener la refrigeración durante un periodo limitado, siempre que se garantice el suministro de combustible, una variable muy expuesta en un escenario bélico. El OIEA ha señalado repetidamente que la dependencia de estos sistemas de emergencia es una de las señales más claras de vulnerabilidad: están diseñados como último recurso, no como pilar operativo.

Además del peligro inmediato para la seguridad nuclear, los cortes y daños recurrentes representan una amenaza para la estabilidad energética de Ucrania. Zaporizhzhia generaba alrededor del 20% de la electricidad del país antes de la invasión. Aunque la planta ya no produce energía, su estado sigue condicionando la planificación eléctrica nacional y obliga a Kiev a compensar su ausencia con otras fuentes en un momento de guerra, escasez y presión sobre las infraestructuras.

El OIEA intensificará sus gestiones para establecer un “acuerdo de protección” más robusto para la planta, aunque los intentos previos para crear una zona de seguridad nuclear alrededor de Zaporizhzhia fracasaron por falta de consenso entre Rusia y Ucrania. Grossi, no obstante, volvió a insistir este miércoles en la necesidad de “una solución a largo plazo” que no dependa de treguas improvisadas ni reparaciones de emergencia.

En paralelo, analistas en seguridad nuclear apuntan a un problema más estructural: mientras continúe la guerra, la central seguirá siendo un punto vulnerable, con riesgo ampliado por el desgaste acumulado. La estabilidad de Zaporizhzhia ya no depende solo del estado técnico de sus equipos, sino de la dinámica militar y política que rodea a la instalación.

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