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Fecha de publicación: 8 de Octubre de 2025 a las 09:05:00 hs

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Medio: TN

Categoría: GENERAL

18 días a todo o nada para Javier Milei antes de las elecciones

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Descripción: Ya no se trata de si el Presidente quiere cambiar. Debe cambiar. Está obligado a vencer su restricción psicológica: debe vencer sus desconfianzas, su tendencia a no ampliar.

Contenido: Al Gobierno le quedan 18 días para darla vuelta. 18 días para hacer reducción de daños en la provincia de Buenos Aires achicando la diferencia de los 14 puntos que le sacó el peronismo e intentar ganar la elección general en todo el país.

Estados Unidos puede ayudar financieramente, pero no puede asistir políticamente. Ahora es Milei, él solito, el que tiene que mostrar si tiene resiliencia.

En el Movistar Arena, presentó un libro que se llama —atención con el nombre— La construcción del Milagro, un libro pensado, pergeñado y escrito cuando el país era otro. Cuando esta semana salió de la imprenta, la Argentina y, sobre todo, la situación del gobierno son completamente distintas.

Leé también: La revancha de los moderados: sin Espert, ahora Milei se abraza a los “ñoños republicanos”

Cuando el Presidente escribió el libro, regía un principio de revelación: de un lado los culpables, los que habían destruído al país, los peronistas, los kirchneristas y toda la casta. Y del otro LLA, lo nuevo. Dicho de otra manera: de un lado, los que tienen que dar explicaciones por la catástrofe económica en la que dejaron al país luego de gobernar 16 años, los corruptos. Y del otro los que no tienen que dar explicaciones porque son fuerzas celestiales que vienen a construir el milagro: sacar de los escombros a un país que padece un terremoto en cámara lenta desde hace 80 años.

Pero los milagros también pueden tardar. El predicador de milagros hoy debe salir a explicar pecados:

¿Cuánto tiempo pasó desde el descomunal apoyo de Trump y el Tesoro americano que fueron fundamentales en aquel momento de crisis grave? Un par de semanas, pero parece que hubieran sido meses. Cuando Milei empezaba a hacer pie de vuelta apareció el escandalo de Espert y la agenda volvió a serle adversa. Le duran poco tiempo al gobierno los salvavidas, rápidamente se le desinflan.

Los gobernadores no peronistas y algunos peronistas flexibles están dispuestos a volver a charlar. Pero luego del 26 de octubre. “Veo primero cómo te va en las urnas y después te llamo. Cambió la relación de fuerzas. Antes necesitaba de vos; ahora, vos de mí”.

Con el PRO, pasa lo mismo. El PRO parecía una especie en extinción, con sus últimos ejemplares sobreviviendo en una isla perdida de Oceanía. Pero ahora sacan pecho, orgullosos: “Recuperamos la identidad, el para qué. Nosotros somos los que sostenemos los valores republicanos. Aguante los ñoños, acá estamos. Vengan a hablar con nosotros”. Y Macri, que parecía enterrado en el cementerio político, se levanta, se sacude la tierra y dice: “No me preparen ni milanesas ni entraña. Quiero un plato más caro. Eso sí, la charla en serio vamos a tenerla después del 26 de octubre”. Anticipo: no va a haber ninguna Cancillería —a Macri no le interesa—, ni ningún cogobierno —a los Milei tampoco les interesa. Sí podría ocurrir que el PRO desembarque en segundas y terceras líneas para “empujar el lápiz”: hay ministerios con nombramientos que no son tales, con dificultades de gestión. Muchos actores económicos dicen: “Está todo bien, pero no nos atienden el teléfono, está todo retrasado, no tienen firma”. Gobernar también es resolver esos problemas.

Y ahora llega una parte fundamental: Milei está obligado a suavizar las formas. Los resultados de la provincia de Buenos Aires y ciertas encuestas muestran que hay una fatiga de una parte —no toda— de su electorado. El núcleo duro, el del Movistar Arena, por supuesto va a seguir estimulando y disfrutando de ese Milei disruptivo, gamer, rocker. Pero hay otra parte que el Gobierno necesita, que le está pidiendo que suavice el tono. Que si va a hablar de ajuste fiscal, de motosierra, lo haga de otra manera. Sin dejar de ser Milei, tiene que intentar sintonizar con el dolor. La era de mostrar la motosierra en cada acto, de manera explícita, enarbolándola como una espada contra la casta, llegó a su fin. Porque hubo un descubrimiento: no fue solo contra la casta. El ajuste duele. La motosierra, como símbolo de este gobierno y de Milei, cumplió su cometido y bastante lejos lo trajo. Pero los tiempos cambiaron.

Leé también: Mientras Milei parece desconectarse de la clase media, el kirchnerismo sobrevive sin pagar por su corrupción

Y finalmente: ya no se trata de si Milei quiere cambiar. Debe cambiar. Está obligado a vencer su restricción principal que no es la restricción politica ni la económica sino su restricción psicológica: debe vencer sus desconfianzas, su tendencia a no ampliar, al todo o nada (violeta puro o nada). Se le está exigiendo que se “elongue” estratégica, política y sobre todo, psicológicamente. ¿Y quien se lo está exigiendo? ¿Un ñoño republicano? No. Su financiador: Estados Unidos. Donald Trump, el Tesoro y el Fondo. Le están diciendo a Milei: “Tenés que tener alianzas, acuerdos políticos con gente que quizás no sean tus amigos íntimos, para ampliar tu base de sustentación. Fortalecer tu gobernabilidad. Podemos hacer mucho desde el apoyo financiero, pero el apoyo político lo tenés que armar vos”.

Los autitos chocadores hasta que no chocan no doblan. El gobierno chocó. ¿Doblará?

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