Fecha de publicación: 1 de Agosto de 2025 a las 18:31:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: Un estudio de la Florida State University demostró que esta capacidad, que puede desarrollarse a lo largo de la vida, atenúa los efectos emocionales de la viudez y contribuye a preservar el bienestar
Contenido: Un estudio realizado por la Florida State University (FSU) sostiene que la resiliencia psicológica —la capacidad de adaptarse y recuperarse ante la adversidad— juega un papel clave en la evolución emocional de los adultos mayores tras la pérdida de la pareja.
Publicada en The Gerontologist y liderada por el Claude Pepper Center y el Pepper Institute on Aging & Public Policy, la investigación aporta evidencia sobre cómo esta característica influye en la recuperación del bienestar mental a largo plazo.
Los hallazgos, basados en un análisis de datos longitudinales, refuerzan la necesidad de incorporar estrategias preventivas y personalizadas en salud pública para afrontar uno de los eventos más disruptivos: la viudez.
La pérdida de la pareja es un suceso disruptivo. Según Dawn Carr, directora del Claude Pepper Center, “si estás casado en la vejez, tienes una probabilidad del 50% de quedar viudo”. Aunque puede presentarse en distintas etapas del ciclo vital, su impacto emocional y social es especialmente profundo en adultos mayores.
Diversos estudios señalan que el fallecimiento del cónyuge desencadena un aumento inmediato y significativo de síntomas depresivos. Esta respuesta inicial, según la investigación, se observa en la mayoría de los casos, sin que el nivel previo de resiliencia logre atenuarla. No obstante, lo que marca una diferencia sustancial es cómo evoluciona esa sintomatología con el tiempo.
La resiliencia psicológica se define como la capacidad de enfrentar, adaptarse y recuperarse frente a situaciones estresantes o traumáticas. Lejos de ser una cualidad inmutable, puede desarrollarse a lo largo de la vida. El estudio se propuso observar cómo esta habilidad impacta en el proceso de recuperación emocional luego de enviudar.
El equipo conformado por Carr, Miles Taylor (director del Pepper Institute) y Shekhar Chauhan (primer autor y becario posdoctoral), utilizó datos de la Health and Retirement Study, una encuesta longitudinal representativa de adultos mayores en Estados Unidos. Analizaron a personas que enviudaron y a otras que permanecieron casadas durante un periodo de tres años, aplicando modelos de regresión ponderada para aislar el efecto específico de la resiliencia.
El análisis reveló que la resiliencia previa no previene el impacto inicial del duelo, pero sí influye en la trayectoria posterior. En el caso de los hombres, tanto quienes tenían alta como baja resiliencia mostraron una recuperación hacia su estado emocional previo en el plazo de dos años. Esto sugiere que, para la población masculina, otros factores podrían tener mayor peso en la recuperación emocional a largo plazo.
En cambio, las mujeres evidenciaron una relación más estrecha entre resiliencia y evolución emocional. Aquellas con alta resiliencia no solo retornaron a su nivel previo, sino que incluso reportaron una mejora en su estado anímico respecto al momento anterior a la viudez. Por el contrario, las mujeres con baja resiliencia no lograron una recuperación completa: continuaron presentando síntomas depresivos superiores a los registrados antes de la pérdida.
Otro hallazgo del estudio fue que la resiliencia alta también tiene efectos protectores entre quienes no han enviudado. Las personas casadas con mayor resiliencia experimentaron menos síntomas depresivos en general a lo largo del tiempo, lo que indica que esta capacidad actúa como un amortiguador frente a distintas formas de malestar emocional en la vejez.
Según Chauhan, estos resultados destacan la importancia de fortalecer la resiliencia antes de que ocurran eventos potencialmente traumáticos. “Identificar formas de mejorar la resiliencia psicológica es un gran desafío, pero puede ser crucial en el contexto de la viudez”, señaló el investigador.
La investigación sugiere que las estrategias de salud pública deberían incorporar la evaluación de la resiliencia como una herramienta para diseñar intervenciones más eficaces. Preparar psicológicamente a las personas desde etapas tempranas podría mejorar su capacidad de adaptación ante pérdidas futuras.
Además, los autores destacan la importancia de intervenciones específicas con enfoque de género, considerando que las mujeres mayores con baja resiliencia son un grupo particularmente vulnerable. En este sentido, el acompañamiento personalizado podría tener un impacto significativo en la mejora del bienestar emocional tras enviudar.
El valor de la resiliencia trasciende el ámbito del duelo. Según Carr, existen evidencias que la vinculan con otros aspectos del envejecimiento saludable, como un menor riesgo de caídas repetidas, mayor independencia funcional y una vida más activa. Estos beneficios refuerzan la necesidad de fomentar esta capacidad como parte integral de las políticas de cuidado en la tercera edad.
Los investigadores continúan explorando métodos para fortalecer la resiliencia en adultos mayores, combinando programas de intervención emocional con estrategias preventivas más amplias.
El Claude Pepper Center y el Pepper Institute remarcan que promover la resiliencia no debe ser una tarea exclusiva de la vejez. Aunque aún se investiga cómo estimularla de manera efectiva, hay consenso creciente sobre su papel como factor protector para la salud física y mental.
Impulsar programas que desarrollen esta capacidad desde etapas medias de la vida puede mejorar la calidad del envejecimiento y reducir el impacto de eventos adversos como la viudez. En ese sentido, el estudio no solo aporta evidencia empírica, sino que plantea una línea de acción concreta para abordar uno de los desafíos centrales del envejecimiento contemporáneo.
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