Fecha de publicación: 2 de Agosto de 2025 a las 03:19:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: Estos incidentes ponen en riesgo la estabilidad de Internet, afectan servicios financieros, comunicaciones y alimentan sospechas de posibles ataques deliberados en un contexto de creciente tensión geopolítica
Contenido: En un mundo cada vez más interconectado, los cables submarinos son el sistema nervioso de la era digital. Transportan más del 95% del tráfico mundial de internet y datos, conectan continentes y garantizan la fluidez de la comunicación global. Pero en los últimos años, una nueva amenaza surgió en las profundidades del océano: el sabotaje deliberado de estos cables, con China como principal sospechoso. Su presunto involucramiento en esta guerra silenciosa podría tener consecuencias geopolíticas y económicas devastadoras.
Natalia Zuazo, experta en tecnología y política digital, advierte que por año puede haber entre 100 y 200 cortes de cables submarinos. Si bien indica que podría haber sabotajes, sugiere la idea de que muchas veces se podrían dar roturas naturales, particularmente en zonas pesqueras.
Los cables submarinos no solo sostienen la internet que utilizan los usuarios comunes, sino que permiten la comunicación entre sistemas financieros, bolsas de valores, redes militares y de gobiernos. Su destrucción o interrupción, incluso por pocas horas, puede paralizar regiones enteras. Países como EE. UU., Japón, el Reino Unido y los miembros de la OTAN comenzaron a reforzar sus protocolos de vigilancia y seguridad marina debido a los crecientes reportes de actividades sospechosas.
Una de las zonas más afectadas recientemente fue Asia, con un caso muy resonante ocurrido en Taiwán a principios de 2025. Las autoridades taiwanesas detuvieron al buque Hongtai, con bandera togolesa pero, tripulación completamente china, acusado de cortar un importante cable que conectaba a la isla principal con el archipiélago de Penghu. Este incidente fue particularmente alarmante, porque se trató del segundo corte en menos de un mes, y ambos fueron perpetrados en áreas donde barcos de origen o influencia china habían estado merodeando.
En su investigación sobre el Hongtai, Taiwán reveló que el barco tenía hasta tres nombres y que la tripulación cambió su versión varias veces durante los interrogatorios. Las imágenes captadas por la Guardia Costera taiwanesa muestran claramente que estaba anclado junto al cable cortado, lo que refuerza la hipótesis de sabotaje.
El caso del Hongtai no es único, pero es el más documentado hasta el momento. Su detención reavivó el debate sobre la necesidad de proteger las infraestructuras críticas submarinas, algo que tanto la OTAN como Japón, EE. UU. y otros actores del Indo-Pacífico han comenzado a tomar muy en serio. La implicancia geopolítica es enorme: si un estado, sin declarar la guerra, puede cortar los nervios digitales del planeta, el equilibrio global entra en una nueva era de vulnerabilidad silenciosa.
En este caso particular, Zuazo destacó que Taiwán, al ser un conjunto de islas pequeñas, se ve mucho más afectado en términos de conexión. “Cuando hay cortes en países tan continentales como Rusia o China, el impacto no va a ser tan grande como en Taiwán, que tiene mucha más dependencia de determinados cables”, explicó la periodista.
El taiwanés no es un caso aislado. En el mar Báltico, países nórdicos también reportaron daños inexplicables en cables submarinos y oleoductos. Uno de los más notorios involucró al buque Eagle S, con vínculos rusos, que supuestamente arrastró su ancla sobre el fondo marino finlandés para dañar el cable Estlink 2. En ambos casos, el del mar Báltico y el del estrecho de Taiwán, los gobiernos sospechan de operaciones encubiertas bajo la modalidad de “zona gris”: acciones hostiles sin declarar una guerra abierta.
Occidente comenzó a referirse a estos buques como parte de la shadow fleet o flota fantasma. Estas naves civiles, sin emblemas militares, operan bajo banderas de conveniencia y nombres falsos, lo que dificulta su rastreo. Si bien muchos son oficialmente barcos comerciales, fueron detectados cerca de cables dañados y poseen tecnología capaz de intervenir en las profundidades marinas.
En paralelo a estas sospechas, se filtraron informes sobre una tecnología desarrollada en China específicamente diseñada para manipular cables submarinos. Se trata de un dispositivo automatizado que puede ser desplegado por drones submarinos o por buques nodriza, y que tiene la capacidad de cortar, interceptar o incluso desviar el flujo de datos. Aunque el gobierno chino niega estas acusaciones, analistas del Pentágono identificaron este desarrollo como un componente estratégico del programa de guerra híbrida de Pekín, que combina ciberataques, desinformación y sabotajes físicos para desestabilizar rivales sin entrar en combate directo.
Aunque la mayoría de los incidentes se concentraron en Asia y Europa, América Latina no está exenta. Argentina, con su extensa costa atlántica, forma parte de rutas principales de cables que conectan América del Sur con África, Estados Unidos y Europa. Según expertos, el país podría verse afectado indirectamente si se interrumpen los cables de fibra que lo vinculan con hubs internacionales como Fortaleza (Brasil) o Las Toninas (Argentina), uno de los puntos de entrada más importantes de nuestro país.
El impacto de estos actos es multifacético. En el plano económico, una interrupción en los cables puede generar pérdidas millonarias. Por ejemplo, el daño a un solo cable puede afectar el sistema SWIFT de transferencias internacionales, detener operaciones bursátiles o bloquear servicios de streaming y redes sociales. A nivel militar, la OTAN advirtió que parte de su red de vigilancia depende de la conectividad submarina, por lo que cualquier acción hostil en esta infraestructura podría considerarse un acto de guerra.
En términos políticos, la creciente frecuencia de estos incidentes elevó la tensión entre China y países occidentales. La Unión Europea comenzó a desplegar tecnología de detección avanzada y drones para vigilar sus rutas submarinas, mientras que Estados Unidos lanzó programas de protección de cables en el Pacífico, algunos de ellos en colaboración con Japón, Australia y Filipinas.
Además, Zuazo remarcó que los cables no son necesariamente de los países. “Muchas veces, los cables submarinos pertenecen a empresas privadas o a consorcios de empresas de telecomunicaciones”, advirtió la experta en política digital, en donde resaltó la complejidad del panorama internacional.
De hecho, arrojó la posibilidad de un posible beneficiario de este tipo de sabotajes: Starlink. Sin confirmar ni darlo por hecho, la periodista contempló la posibilidad de que las telecomunicaciones a través de satélites de órbita baja podrían verse favorecidos al ser la “alternativa del momento” a este tipo de tecnología. Sin embargo, señaló que todavía falta mucha investigación con respecto a si se trata verdaderamente de sabotajes que remiten a los conflictos geopolíticos o una simple rotura natural.
Para ello, la experta indicó que la OTAN parece ser la entidad que más avanzó en términos de acuerdos gubernamentales a nivel internacional. Pero también destacó la presencia de otra organización: “Hay un comité internacional para la protección de los cables, la Competición Internacional Universitaria ACM de Programación (ICPC) que también desarrolla protocolos para instalar y evitar roturas de cables”.
Uno de los mayores desafíos para la comunidad internacional es la dificultad de probar que estos cortes son intencionales. A menudo, los barcos sospechosos se amparan en excusas, como “anclas mal fijadas” o “errores de navegación”, lo que dificulta la atribución directa. Esta ambigüedad legal permite a los actores estatales operar en un terreno borroso sin enfrentar sanciones concretas.
Con el creciente protagonismo de la inteligencia artificial, la computación en la nube y la internet de las cosas, la dependencia de las redes de datos submarinas no hará más que aumentar. Esto convierte a los cables en un objetivo aún más codiciado para quienes buscan ejercer presión política o sembrar el caos.
Los expertos advierten que el mundo podría estar ante una nueva forma de Guerra Fría, donde los océanos se convierten en un campo de batalla invisible. Frente a esto, las alianzas internacionales deberán redoblar sus esfuerzos para blindar estas infraestructuras críticas. Sin una respuesta coordinada, el mundo podría enfrentar un futuro en el que un simple corte en el fondo del mar paralice naciones enteras.
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