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Fecha de publicación: 1 de Agosto de 2025 a las 16:08:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

Cómo se almacenan y por qué se pierden los recuerdos en la infancia, según la ciencia

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Descripción: Expertos en neurociencia advirtieron que los recuerdos hasta los 3 años permanecen en el cerebro, pero los mecanismos de acceso a ellos cambian con el paso del tiempo. Por qué este avance puede tener impacto en la prevención de enfermedades neurodegenerativas

Contenido: La idea de que la primera infancia es una página en blanco está siendo cuestionada por la ciencia. Un estudio reciente, difundido en la revista Scientific American, demostró que los bebés pueden almacenar recuerdos desde el primer año de vida, aunque estos recuerdos suelen quedar fuera del alcance cuando se llega a la adultez.

El hallazgo, publicado en la revista Science, arroja luz sobre el fenómeno conocido como amnesia infantil y plantea nuevas preguntas sobre el desarrollo de la memoria humana en la primera infancia, es decir hasta los 3 años.

La ausencia de recuerdos de los primeros años de vida es una experiencia universal. La mayoría de los adultos sitúa sus primeras memorias alrededor de los cuatro o cinco años.

Según la Asociación Americana de Psicología, la amnesia infantil es “la imposibilidad de la mayoría de los adultos para recordar vivencias autobiográficas de sus primeros años de vida, generalmente antes de los tres o cuatro años”.

Durante décadas, la explicación más extendida fue que los niños pequeños no conservan recuerdos de su primera infancia porque el hipocampo —la zona del cerebro encargada de almacenar nuevas memorias— no está completamente desarrollado. Sin embargo, estudios recientes han puesto este supuesto en duda.

Según la neuróloga Patricia Bauer, de la Universidad de Emory, “el olvido infantil es un fenómeno complejo: la memoria de los niños es rica y sofisticada, pero acceder a ella años después es extremadamente difícil”, explicó en declaraciones a The New York Times.

La investigación, liderada por Tristan Yates en la Universidad de Columbia, empleó resonancias magnéticas funcionales para observar la actividad cerebral de bebés mientras veían y reconocían imágenes. El equipo realizó más de 400 sesiones con decenas de familias para diseñar un protocolo que permitiera medir la memoria en bebés despiertos, tarea tradicionalmente esquiva debido a la inquietud natural de los niños pequeños durante los estudios de neuroimagen.

El procedimiento consistía en mostrar una serie de fotografías de personas y objetos a los bebés dentro del escáner. Posteriormente, se presentaban imágenes ya vistas, mezcladas con nuevas, midiendo cuánto tiempo fijaban su atención en cada una. Si un bebé prestaba más atención a una imagen conocida, se interpretaba que el cerebro había almacenado ese recuerdo.

Los resultados fueron contundentes: el hipocampo de los bebés se activaba más intensamente al ver imágenes previamente memorizadas. Esto demuestra que, incluso antes de hablar o caminar, los bebés pueden formar memorias de hechos y situaciones concretas. Sin embargo, estas suelen volverse inaccesibles con el paso a la adultez.

Estos hallazgos en humanos confirman lo que ya se había observado en experimentos con animales. La neurocientífica Sheena Josselyn, especialista en memoria infantil del The Hospital for Sick Children, destacó en la revista Nature Neuroscience: “No es que los recuerdos desaparezcan, sino que los mecanismos del cerebro hacen que esos recuerdos infantiles resulten inaccesibles”.

Además, el clásico estudio de Carolyn Rovee-Collier, publicado en la década del ochenta, ya sugería que los bebés pueden aprender y retener información durante semanas, lo que apoya la idea de que la memoria opera desde etapas tempranas, aunque rara vez sobreviva a la infancia.

Por su parte, la memoria episódica —según define el Diccionario Oxford de Psicología— es la capacidad de registrar y evocar acontecimientos personales específicos. La novedad del estudio es confirmar que esta forma de memoria existe en los bebés, aunque los recuerdos queden fuera de acceso en la adultez.

Aunque se comprobó que los bebés almacenan recuerdos, persiste el misterio: ¿por qué no logramos recuperarlos de adultos? ¿Cuánto tiempo persisten esas memorias y por qué se desvanecen del acceso consciente?

Un informe de la revista Nature Reviews Neuroscience subraya que el desarrollo del lenguaje y otros aspectos cerebrales influye en la capacidad de consolidar y recuperar recuerdos antiguos.

Entender cómo funciona la memoria temprana permite avanzar en áreas como la detección de trastornos del desarrollo, la estimulación temprana y la investigación de enfermedades neurodegenerativas que afectan los recuerdos antiguos.

Como destaca un artículo de la revista Scientific American Mind, “comprender el funcionamiento de la memoria infantil puede ser clave para mejorar estrategias educativas y terapias de estimulación en los primeros años”.

La certeza actual es que los bebés, desde su primer año, forman recuerdos que su mente adulta no puede recuperar. La infancia deja de ser un territorio vacío y se convierte en un enigma: un libro lleno de experiencias, cuyas páginas quedan selladas al crecer y cuya llave la ciencia busca aún descifrar.

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