Fecha de publicación: 20 de Julio de 2025 a las 23:07:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: El experto de Greenpeace, Francisco del Pozo, explica la dificultad de esta situación
Contenido: El Atlántico, cerca de Galicia, se convirtió en el vertedero nuclear de Europa. Entre los años 40 y los años 80 se tiraron 142.000 toneladas de basura energética. Así lo afirma Greenpeace, cuyo estudio sitúa esta cantidad en 220.000 bidones. Ante el desconocimiento de qué hacer con los residuos, los países encontraron una huida hacia adelante: enterrar bajo el mar todos estos desechos.
Hace unas semanas, comenzó un proyecto liderado por el buque francés L´Atalante partió hacia el Atlántico para tratar de conocer la cantidad y los efectos de estos residuos nucleares enterrados. La última información apunta a que se han localizado 3.000 bidones nucleares. Si tomamos los datos de Greenpeace, esto apenas equivale a un 1,3% de la totalidad que hay enterrada cerca de Galicia.
Francisco del Pozo, coordinador de campaña contra los combustibles fósiles de Greenpeace, explica a Infobae España la visión de la organización. “Esto va a peor, el contenido va a ir degradándose, provocando una mayor contaminación”, avisa el especialista al hablar sobre la urgencia de actuar.
Sin embargo, al ver la cantidad que se ha podido detectar, se plantea la duda de si se podrá encontrar una vía de escape. La opción de sacarlos a la superficie implica distintos pasos anteriores, y ni siquiera existe una garantía de que sea viable. Además, una vez estén fuera del mar, habría que encontrar una salida.
En 1938, un hito científico conllevó una serie de consecuencias que cambiaron la historia. El descubrimiento de la fisión nuclear dio lugar al uso de la energía nuclear por parte de las distintas potencias. Sin embargo, tenía un gran inconveniente: qué hacer con sus residuos.
Ante esta tesitura, la opción por la que optaron diversos países fue a la Fosa Atlántica. Entre 1949 y 1982, Bélgica, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Holanda, Suiza y Suecia vertieron residuos nucleares al océano, a unos 400 kilómetros de la costa gallega. La presencia de bidones cargados de basura nuclear comenzó a tener efectos negativos en el entorno marino.
Francisco del Pozo explica que, durante los años posteriores, comenzó a observarse una “reacción indirecta a través de moluscos, crustáceos o movimientos de corrientes”, provocando la llegada de “nucleótidos reactivos al a la superficie”. No obstante, esto no fue hasta el Protocolo de Londres de 1996. Durante casi 40 años estos países pudieron lanzar sus residuos con impunidad.
En 1981, un barco pesquero gallego y su valiente tripulación “cazaron” a uno de estos barcos que de deshacían de la basura nuclear, permitiendo poner freno a este desastre natural en marcha. Gracias al contacto con Greenpeace, un capitán, sus tres marineros, el periodista Manuel Rivas y otras nueve personas salieron en búsqueda del transportador neerlandés para capturar el momento en el que lanza al mar los bidones.
En agosto de 1982, Greenpeace organizó su expedición con el buque Sirius, permitiendo nuevos imágenes de estos lanzamientos. Esta operación acabó provocando el cese de la actividad de Países Bajos, al que siguieron el resto de naciones. Diez años después, se firmó el convenio que prohibía esta práctica.
Durante este verano de 2025, ha comenzado la expedición oceanográfica francesa que tiene como objetivo evaluar el estado de la Fosa Atlántica. El objetivo inicial es conseguir el conocimiento para poder tomar una decisión. Javier Escartín, director de la investigación a bordo del buque oceanográfico L’Atalante, ha explicado que el robot submarino localizó más de 3.000 barriles tras cartografiar 140 kilómetros cuadrados.
El procedimiento de la misión incluye recoger muestras del fondo del mar, como agua, sedimentos y organismos, para su análisis. También se está realizando un estudio mediante radares y el sonar, que permita distinguir zonas relevantes y acumulaciones de residuos en determinadas partes del fondo marino.
El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) aseguró que no había “niveles significativos” de radiación en los alrededores oceánicos de Galicia. Sin embargo, algunas organizaciones o formaciones políticas, como Podemos, han señalado que debería investigarse en profundidad, dudando de las conclusiones de CSN.
El especialista de Greenpeace nos explica que “la Unión Europea, que engloba a todos los países que echaron allí los residuos, debe afrontar el problema de manera europea, tanto desde la responsabilidad como desde el monitoreo y la evaluación. Hay que hacer un estudio más en detalle que lo que dice el CSN”.
No es una pregunta con una respuesta segura. El avance de la tecnología o un descubrimiento innovador puede cambiar por completo cualquier teoría. No obstante, es cierto que, de momento, parece lejos de su fin. Greenpeace sitúa la cantidad total de basura nuclear en 220.000 bidones y 140.000 toneladas, lo que significa que, hasta ahora, el operativo de L´Atalante ha localizado un 1,3%.
Francisco del Pozo explica que es muy difícil saber qué hacer con los residuos, pero que antes de llegar al momento de tomar esa decisión, hay que conocer en detalle la situación. “Lo que pedimos nosotros es que se investigue, se considere un problema de primer nivel, que se cartografiar toda esa zona y se haga un inventario”, relata.
“No sabría decirte si tenemos una solución”, reconoce el experto. “Hay que buscar una solución que implique la mayor seguridad. Una opción sería sacarlos de allí con el riesgo que eso conlleva, porque hay que traer de vuelta a la superficie desde esas profundidades bidones que están parcialmente gastados. Podría suponer más riesgo que otra cosa. Entonces el problema es mayúsculo”, explica Pozo.
Para Greenpeace, el problema se encuentra en la raíz: la energía nuclear. Al preguntarle sobre el papel de la organización, Pozo explica que, más allá de exigir un estudio y actuación de la UE y el CSN, “hay que recordar a la sociedad que ahora hay un avance a lo nuclear y no se sabe qué hacer con los residuos. En su día se lanzaron al mar, pero ahora siguen en tierra y están en piscinas junto a las centrales nucleares”.
Javier Escartín, el líder de la expedición, transmitió en una entrevista a National Geographic cierta tranquilidad y positivismo. “La zona de vertidos se encuentra en aguas internacionales, a más de 600 km de Finisterre y a más de 4.000 metros de profundidad”, afirma el geólogo marino. Según Escartín, los estudios realizados hasta ahora sugieren “que no hay impacto”. No obstante, recuerda que “la campaña no ha terminado aún y los análisis de muestras definitivos no estarán disponibles hasta varios meses después del fin de la campaña”.
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